miércoles, 7 de septiembre de 2011

lo numinoso por Jung

Respuesta a Job.
I. EL HOMBRE Y YAVÉ
A LAS palabras, de Yavé, Job responde {Job XXXIX, 37-8);
]He aquí que yo soy vil! ¿Qué te responderé?
Mi mano pongo sobre mi boca.
Una vez hablé, y no responderé:
Aun dos veces, mas no tornaré a hablar.*
En efecto, ante la vista inmediata de la potencia infinita
del Creador ésta es la única respuesta posible para un testigo
que todavía lleva dentro de sí el terror de ser aniquilado casi
totalmente. ¿Qué otra respuesta podría dar en estas circuns-
tancias un gusano humano, que está casi triturado y se arras-
tra por el polvo? A pesar de su lastimosa pequenez y de su
debilidad, este hombre sabe que se enfrenta a un ser sobre-
humano, y que éste es extraordinariamente susceptible en
cuanto a su persona. Por ello en cualquier caso lo mejor es
prescindir de toda consideración crítica y no mencionar ciertos
derechos morales que uno esperaría tener también frente a
Dios.
La justicia de Yavé es ensalzada. Job quisiera presentar
ante él, el juez justo, su queja y la protesta de su inocencia.
Pero Job duda de esta posibilidad: "¿Y cómo se justificará el
hombre con Dios? Si quisiere contender con él, no le podrá
responder a una cosa de mil... " "Aunque fuera yo justo ... "
Yavé le "ha aumentado [sus] heridas sin causa". "Al perfecto
y al impío él los consume. Si azote mata de presto, ríese de la
prueba de los inocentes." "Sé —dice Job a Yavé— que no
me darás por libre; yo soy impío." Aun cuando Job se purifi-
case, Yavé lo "hundirá en el hoyo". "Porque no es hombre
como yo, para que yo le responda, y vengamos juntamente a
juicio" (IX, 2-32). Pero Job quiere aclarar a Yavé su punto
de vista, quiere levantar su queja, y le dice que sabe que él,
Job, no es impío y que "no hay quien de tu mano libre" (X,
7). Job "quería razonar con Dios" {XIII, 3). Job dice "de-
fenderé delante de él mis caminos" (XIII, 15). Job sabe que "será justificado"; Yavé debería citarle y darle una res-
puesta, o al menos permitirle presentar su queja. Valorando
exactamente la desproporción entre Dios y el hombre, Job le
hace esta pregunta: "¿A la hoja arrebatada has de quebrantar?
¿Y a una arista seca has de perseguir?" (XIII, 25) Dios "ha
violado su derecho", le "ha quitado su derecho"; Dios "no se
preocupa de la injusticia". "Hasta morir no quitaré de mí mi
integridad. Mi justicia tengo asida, y no la cederé" (XXVII,
5-6). Su amigo Eliú no cree en la injusticia de Yavé: "Dios
no hará injusticia, y el Omnipotente no pervertirá el derecho"
(XXXIV, 12), y fundamenta esta opinión, de manera ilógica,
naciendo referencia al "poder". No se le debe llamar "per-
verso" al rey ni "impíos" a los príncipes. Hay que "hacer
acepción de personas de príncipes", y "respetar más al rico que
al pobre". Pero Job no se deja amedrentar, y dice estas sig-
nificativas palabras: "Mas he aquí que en los cielos está mi
testigo, y mi testimonio en las alturas... Mas a Dios desti-
larán mis ojos. ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios,
como con su prójimo' (XVI, 19-21) y en otro pasaje dice:
"Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el
polvo" (XIX, 25).
Las palabras de Job dejan ver claramente que, aunque
duda que el hombre pueda tener razón contra Dios, le cuesta
abandonar el pensamiento de enfrentarse a Dios en el plano
de la justicia y, con ello, en el de la moral. A Job le cuesta
trabajo entender que el capricho divino viole la justicia, pues,
a pesar de todo, no puede abandonar su fe en la justicia di-
vina. Pero de otra parte tiene que concederse a sí mismo que
no es otro, sino Yavé mismo quien le hace injusticia y violen-
cia. Job no puede negar que se encuentra frente a un Dios al
que no le importa el juicio moral, y que no reconoce ninguna
ética que le obligue a él. En esto reside sin duda la grandeza
de Job: en no dudar, ante esta dificultad, de la unidad de
Dios, sino ver claramente que Dios se encuentra en contradic-
ción consigo mismo, y esto, además, de manera tan total, que
Job está seguro de encontrar en Dios un protector y un abo-
gado contra Dios mismo. La bondad de Yavé se le presenta
a Job con la misma certeza que su maldad. De un hombre que
nos hace mal no podemos esperar que nos ayude al mismo
tiempo. Pero Yavé no es un hombre; Yavé persigue y ayuda a la vez; tan real es en un aspecto como en el otro. Yavé no
está dividido, sino que es una antinomia, una total contradic-
ción interna; éste es el presupuesto necesario de su tremendo
dinamismo, de su omnipotencia y de su omnisciencia. A este
conocimiento*'Se aferra Job para "defender sus caminos" ante
Yavé, es decir, para aclararle su punto de vista; pues, a despe-
cho de su cólera, Yavé es también, frente a sí mismo, el abo-
gado del hombre que tiene algo de qué quejarse.

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